Nina S. de Friedemann (1930-1998) fue una antropóloga colombiana preocupada por estudiar el aporte de los pueblos negros e indígenas en la constitución del continente americano, al tiempo que promover su presencia en instituciones que pormenorizaban su influencia en las dinámicas culturales e históricas de Colombia. Prueba de ello son Ma Ngombe: guerreros y ganaderos en palenque (1979), Herederos del jaguar y la anaconda (1982) o Un siglo de investigación social: Antropología en Colombia (1984), donde se desmarca del lenguaje técnico y escribe relatos sencillos que describen la riqueza ancestral de las comunidades y su elaborada estructura espiritual, económica, política; proceder que le brindó una guía al crear discursos escritos y visuales, durante cuarenta años de trabajo en terreno. Consciente de la riqueza documental contenida en su biblioteca privada, de Friedemann contactó en 1997 al historiador Jorge Orlando Melo, entonces director de la Biblioteca del Banco de la República Luis Ángel Arango, para coordinar la entrega de unos materiales que permitieran crear un fondo –el cual termina acogiendo el nombre de su donadora– dedicado al estudio de la cultura (Rondón, 2020).

Con su muerte el 29 de octubre de 1998, su hija Greta Friedemann- Sánchez y Jaime Arocha Rodríguez continuaron la labor en 1999. Llegado el 2002, tras un largo proceso de embalaje e inventario, entregaron 29 cajas con libros sobre el Caribe, África, América, estudios de antropología, legislación sobre la salvaguarda de la identidad étnica y el reconocimiento de la diversidad cultural nacional; correspondencia con diferentes pensadores (Angelina Pollak, Nicolas del Castillo, Norman Withen, Richard Cross, entre otros), fotografías, material fílmico, cintas de audio, diarios, así como revistas y machotes de libros. No obstante, deben transcurrir doce años antes de concretar la catalogación y, finalmente, el 29 de octubre de 2018, el archivo se abra oficialmente al público durante Conversaciones: 20 años sin Nina, evento organizado por la BLAA, el Instituto Caro y Cuervo, la Universidad del Valle y el Grupo de Estudios Afrocolombianos de la Universidad Nacional.

Al tener claro el origen del fondo, corresponde detallar los puntos donde se conecta la agencia asumida por Nina y Manuel, al desarrollar proyectos centrados en debelar los lazos que unen a África, con Europa y América. En esta línea de sentido, reconociendo las ausencias que implica toda elección, destacan tres puntos claves: los Congresos de la Cultura Negra de las Américas, la fundación, edición y dirección de revistas, y la similitud en sus formas de trabajo.  

Los Congresos de la Cultura Negra de las Américas se idearon como espacios que permitiesen examinar “la presencia del negro como una corriente cultural sostenida a lo largo de más de cuatro siglos, masiva, extendida a todo el Continente, y lo más importante, persistentemente renovada” (Zapata Olivella, 1988, p. 19). Su creación representa, entonces, el primer espacio continental donde “investigadores, líderes políticos, artistas y escritores negros” revaluaron las tesis sobre la herencia africana, tendiente a ser asumida, a partir de los años cincuenta, bajo el punto de vista europeo (19). Entre el 19 y el 22 de diciembre de 1976 se realiza en Cartagena de Indias la Conferencia Preparatoria, antesala del Primer Congreso de la Cultura Negra de las Américas (Cali, Valle del Cauca, 24 - 28 de agosto de 1977), dirigido por Zapata Olivella bajo el tema “realidad social y cultural de los Afroamericanos”. El segundo lo organiza Gerardo Maloney en Ciudad de Panamá, del 17 al 21 de marzo de 1980, enfocado en la “identidad cultural del Negro en América” y el tercero es coordinado por Abdias do Nascimento en Sao Paulo, Brasil, del 21 al 27 de agosto de 1982, y aborda la “diáspora africana: conciencia política y cultura africana”. 

La posibilidad de concretar un cuarto encuentro se desploma ante la invasión de Granada –sede acordada en la asamblea plenaria, para extender las discusiones más allá del continente y abrirse al contexto histórico del Caribe insular– en 1983, por parte de Estados Unidos. Aun así, los intentos por hacerlo realidad perduran más de una década. Durante estos años Zapata Olivella organiza reuniones en Venezuela y Jamaica, tal cual lo señala en una carta dirigida a Laurence E. Prescott el 28 de agosto de 1990. Sin embargo, ante la ausencia de recursos y el poco apoyo gubernamental, el ideal se convierte en utopía infranqueable. 

La mención de estos escenarios se debe a que el Fondo Nina S. de Friedemann conserva algunas ephimeras sobre ellos: los programas académicos, el afiche del Primer Congreso ilustrado por Alejandro Obregón, informes y reseñas de las plenarias, un documento y un folleto sobre el IV Congreso presentado a Naciones Unidas, donde se apunta como fecha probable de realización el 6 de marzo de 1991, en París, Francia. Estos materiales, a la par de la correspondencia de Laurence Prescott y Zapata Olivella, permitirán a los visitantes generar nuevos acercamientos a la agenda de los estudios afro durante la segunda mitad del siglo XX.  

Un segundo punto en común fue la fundación de dos revistas que situaron un antes y un después en la valoración y difusión de la cultura afrocolombiana. La primera es Letras Nacionales, creada en 1965 con el objetivo de publicar a escritores colombianos con un espíritu beligerante, sin importar su orientación política o literaria, siempre que fuese afirmativa de lo nacional. La revista consolida así una plataforma que exalta las dinámicas creativas locales, sin caer en sentimientos radicales y reconociendo la interlocución con otros contextos creativos; durante 42 números que llegan hasta 1985 destacan los nombres consagrados de Gabriel García Márquez, Eduardo Pachón Padilla y Jorge Artel, en paralelo con quienes iniciaban su carrera, Luis Fayad, Helena Araújo, Eutiquio Leal, Oscar Collazos o Fanny Buitrago. Por su parte, en 1991 de Friedemann funda América negra, un medio orientado a rastrear, estudiar y difundir las huellas de africanía latentes en la cultura colombiana. Con el objetivo de divulgar propuestas analíticas, se enfoca en comunidades que exigían reconocimiento de su identidad étnica y poco habían sido escuchadas por el Estado o las instituciones académicas; la revista cierra con 15 números debido a la prematura muerte de su creadora, pero en ella se publican trabajos pioneros de Guillermo Valencia Hernández, Marvin Lewis, Peter Wade, Angelina Pollak, Jaime Arocha, entre otros, sobre temas de etnoeducación, etnodesarrollo y la herencia negra.

De las citadas publicaciones, el visitante conocerá las 42 portadas de Letras Nacionales, fuentes bibliográficas que documentan su creación e hipervínculos con algunos de sus contenidos; en cuanto a la iniciativa desarrollada por la académica bogotana, verá pocas pero acertadas referencias al cambio de paradigma que suscitó denominar una revista bajo el rotulo pragmático de América Negra.  

En tercer lugar, destaca la forma de trabajar y compartir el conocimiento con las comunidades. Ambos tenían un ritmo frenético de escritura, tal cual lo constata su ingente producción. No es raro encontrar en sus archivos cartas dirigidas a ministerios, presidentes o entidades culturales, exigiendo seguridad, salud y educación, para comunidades en regiones apartadas del país. Impacto corroborado en el reconocimiento de su gestión en la formulación de la Ley 70 de 1993 (Arocha, 2006, p. 349). Ellos no observaron las personas como objetos de estudio, sino como guardianes de tradiciones que despertaban su curiosidad por entender cómo nace y se transforman las prácticas religiosas, gastronómicas, agrícolas y artesanales, principalmente, del Caribe y el Pacífico. Por lo tanto, cada imagen, vídeo o audio, demuestra su actitud humanista y atestigua una disposición incluyente hacia la diversidad cultural. 

En consecuencia, corresponde ver los archivos como un fragmento de la historia donde se revelan inquietudes intelectuales, se aclaran dudas o evidencian contrariedades ideológicas; de cualquier forma, en sus claridades y desaciertos, se retratan vidas dedicadas a defender la identidad cultural. Por ello, al igual que las múltiples entradas de una biblioteca por la cantidad de títulos disponibles, aquí se presentan algunos elementos para que investigadores, estudiantes y profesores, se animen a seguir conociendo el legado de Nina S. de Friedemann y Manuel Zapata Olivella.

Referencias:

• Arocha, J. (2006). Nina S. de Friedemann (1930-1998). G. Hoyos-Vásquez; C. Millán de Benavides y S. Castro-Gómez (Eds.), Pensamiento Colombiano del siglo XX (Tomo II) (339-371). Bogotá, Colombia: Pontificia Universidad Javeriana.
• Biblioteca Luis Ángel Arango (2018). 20 años sin Nina. http://www.banrepcultural.org/noticias/20-anos-sin-nina 
• Rondón Vélez, P. (2020). 20 años sin Nina S. de Friedemann. Un acercamiento al estudio antropológico de las comunidades afrodescendientes en Colombia. Revista Cs, N° 32 Orden social más allá del Estado, pp. 249-277. DOI: https://doi.org/10.18046/recs.i32.3726
• Rondón Vélez, P. (octubre de 2020). Apuntes para la investigación en el Fondo Nina S. de Friedemann. Boletín de Investigación Biblioteca Luis Ángel Arando, 2, 44-45. https://banrepcultural.org/bogota/boletines-blaa/boletin-inv-2.pdf.
• Zapata Olivella, M. (1988). Primer Congreso de la Cultura Negra de las Américas. Bogotá, Colombia: Fundación Colombiana de Investigaciones Folclóricas – ECOE.
• Zapata Olivella, M. (28 de agosto de 1990) [Carta a Laurence E. Prescott]. Correspondencia, Universidad de Vanderbilt. https://mzo.library.vanderbilt.edu/correspondence/essay.php?topic=intellectuals&id=243